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Kassandra Ramos Jiménez

domingo, 17 de julio de 2011

Capítulo 4

Ya era lunes. Había pasado un día. Su destino se había abierto ante sus ojos como una flor en primavera, hace tan sólo 24 horas. Estaba en la habitación del día anterior. Sonó el despertador, era muy viejo, pero una de las pocas modernidades que había en ese lugar. Eran las nueve.


Le habían traído más ropa. Un vestido blanco bastante largo, con encaje plateado. Le sentaba bien, esta vez se dejó el pelo suelto. La melena negra y ondulada que había heredado de su madre. Sus ojos verdes, carecían del brillo especial que les caracterizaban. Sus labios habían cogido algo de color, al igual que sus mejillas. Su aspecto había mejorado un poco.


Alguien entró en la habitación. Chris.


Llevaba puesto una especie de uniforme militar, negro entero.

- ¿No me pega mucho, no? -se acercó al biombo y se miró a si mismo- Un ángel de negro, un poco extraño.
- Eres un ángel guerrero, además, no estás tan mal.
- Es cierto, soy muy sexy. ¿Tú eres una de esas a las que le pone un hombre con uniforme? -enarcó una ceja.
- No sé lo que soy...
- Venga. No te pongas depresiva. Tampoco es tan malo tener magia y poder. Ser parte de una leyenda y salvar al mundo, un mundo en el que están chicos tan geniales como yo, por cierto.
- No es eso, sólo que me pilla de sorpresa. Es demasiado, demasiado que asimilar en un día. Eso sin contar a Jeydon...
- Jeydon está bien, todos están bien. He ido a tu casa sin que me viesen y todos están bien. En tu mundo ni ha pasado media hora. También te traje algunas cosas... -sacó una maleta- Espero que sea suficiente por ahora.
- Oh. Gracias. -le abrazó- Es lo mejor que han hecho por mi en todo el día.
- Ejem, ejem... -era Kyle- Mi padre quiere que te reunas con nosotros en el salón principal.
- Vale. Vamos Chris.
- No. Es mejor que vayas tú sola... -mirándo a Kyle, con cara de ira.
- Chico listo. Sabe cuando sobra. -quita la vista de Chris para centrarse en Jade- Ven conmigo -le coge la mano y se la lleva con él.
- ¿Oye a ti que te pasa? Eres un borde.
- Sí. Lo soy. Hemos llegado. -abrió una puerta gigantesca- Tú primero. - entró y quedo impresionada, había mucha gente. A saber que pretendía Rick.
- Buenas, Jade. Te estabamos esperando.
- ¿Hola? ¿Esto a qué viene?
- Presentaciones y preparaciones varias... ya lo entenderás. Ahora siéntate, tú también Kyle.
- Sí, papá.
- Ya te dije que no me llamases así, Rick por favor.
- Kyle se calló y se sentó al lado de Jade-
- Bien. Primero, deciros que estoy realmente emocionado porque los ocho elegidos están aquí. Conseguí mi cometido y me complace muchísimo. Iré llamando uno a uno, y así os váis conociendo un poco.

Amine Dubois.

Un chico moreno, de pelo oscuro y ojos marrones se levantó. Se puso enfrente de todos y empezó a hablar en francés. De repente, Rick, alzó la mano y nos echó unos polvos dorados a todos.
- Perdonad. No recordaba que no entendíais todas las lenguas. Este hechizo hace precisamente ese cometido. Sigue, Amine.
- Hola. Me llamo Amine y soy francés. Tengo dieciocho. Mi padre es de origen marroquí. Mi elemento es la tierra. Me transformaré en elfo.
Ziva Suárez.


Una chica de cabello castaño y corto, algo bronceada y ojos pardos se levantó. Era algo bajita. Mediría 1,60.
- Buenas. Yo soy Ziva y soy española. Tengo quince años, aunque dentro de unas semanas cumplo dieciseis. Mi elemento es la tierra, como en el caso de nuestro compi Amine. Me transformaré en pixie.
Luigi Rossi.


Un chico muy alto y esbelto, de ojos azules y pelo castaño, con una sonrisa muy bonita, aunque un poco artificial.
-¡Presente! -se rió- Bueno, yo soy Luigi. Tengo veinte añitos. Soy italiano y mi elemento es el agua. Y seré un mirrow.
Jade Stonem.

Me tocaba a mí. Me levanté, respiré hondo y miré a Kyle. Nuestras miradas se cruzaron y sentí una sensación muy rara. Quité la mirada y pude presentarme sin ninguna distracción.
- Eh... Bueno, me llamo Jade. Soy de un pequeño pueblo de Georgia. Tengo diecisiete años. Mi elemento es el agua y por aquí dicen que me convertiré en náyade.
Shu Lalbay.

Un chico moreno, con matices dorados. Pelo y ojos negros. Bastante delgado.
- Hola a todos. Mi nombre es Shu. Soy egipcio. Tengo dieciseis años. Mi elemento es el aire. Seré un nuberu.
Yumi Nagano.

Una chica con el pelo negro, largo, liso y con flequillo. Sus ojos achinados eran negros y su piel, blanca con algunas pecas en la zona de la nariz.
- ¡Hola chicos! Yo soy Yumi. Vengo de Japón. Tengo dieciocho. Mi elemento es el aire. Y me transformaré en sílfide.
Kyle Matthews.


Kyle se levantó. Su cuerpo se movía con una gracia poco común. Con mucha decisión comenzó a hablar.
- Bueno gente, como ya dijo Rick, me llamo Kyle. Vengo de Canadá. Aunque paso más tiempo aquí que allí. Tengo diecinueve. Mi elemento es el fuego y seré un puto dragón escupe-fuego.
- ¡Esa boca Kyle! -Emerick dió un golpe en la mesa- Ya puedes retirarte.
Sisi Kaddour.

Una chica de color, alta y exhuberante se levantó. Su largo pelo liso y oscuro se balanceaba de un lado a otro. Tenía los labios carnosos y los ojos color verdoso.
- Soy Sisi. Soy afroamericana y tengo veintiuno. Mi elemento es el fuego y me transformaré en liminiade.

Se sentó y Rick ya no nombró a nadie más. Ya estaban los ocho elegidos presentados.

Capítulo 3

El suelo de la habitación comenzó a moverse aceleradamente. Una escepecie de fuente de piedra salió de la nada. Emerick le invitó a mirar el agua que contenía. Le hizo caso, por curiosidad más que por otra cosa y se quedó impresionada por lo que contemplaba.


Eran como un vídeo en 3D, pero mejor. En él veía a las náyades de las que hablaba, luchando ferozmente contra lo que parecían algún tipo de demonios. La escena entristecía a Jade de un modo que jamás hubiese imaginado.

Todas murieron en el transcurso de la batalla. Después el agua cambió de escena, esta vez eran unos brujos los que aparecían. Hablaban de la guerra que se tendría que librar. Hablaban de una chica, que los salvaría a todos. Hablaban de otros siete chicos más. Una leyenda. Esos ocho jóvenes cambiarían la historia. La escena volvió a cambiar, ahora aparecía Jade. Estaba luchando cerca de una fuente, junto a un grupo de personas más. Usaba el agua como arma. Lanzaba bolas de agua a los demonios, derritiéndolos. Su ropa era diferente. Su mirada era diferente. Todo era distinto. El agua empezó a vibrar y la imagen se desvaneció.
- Esto... es un truco, un simple truco... -le temblaba la voz.
- Sabes que no.
- Supongamos que lo que dices es cierto... -con un hilo de voz- ¿qué pasaría conmigo? ¿mi vida de mortal?
- El tiempo en mi mundo no corresponde al tuyo. Un año para nosotros es un mes para vosotros. Podrías inventarte cualquier escusa o simplemente aceptar cual es tu verdadero hogar. Lo que eres realmente, para lo que naciste realmente, tu importante cometido en el mundo elemental. En Amrod.
- ¿Así se llama vuestro mundo?
- Exacto.
- Todo esto... me pilla de sorpresa. Pero hay una cosa que me sigue preocupando.
- ¿El qué?
- Chris. ¿Qué habéis hecho con él? ¿Y Gwen? ¿Todos? Yo estaba en una fiesta.
- Ah, eso. La fiesta se ha trasladado aquí. Todos los presentes son tus amigos, bueno, sus cuerpos. Los míos necesitaban poseer sus cuerpos para estar presentes en este gran acontecimiento.
- ¿Poseídos? -asustada.
- Tranquila. No les pasa nada. Su mente está dormida. No recordarán nada de esto.
- ¿Le hicistéis eso a Chris? ¿Y a Gwen?
- No. Chris es un aliado nuestro, al igual que Gwendolyn.
- ¿Cómo?
- Sí, amiga, dice la verdad. -dijo una voz femenina, una voz conocida. La voz de Gwen.
- ¡Gwen! ¡Esto es una locura!
- No. Hazle caso a Emerick, de tí dependemos todos Jade, todos nosotros -dijo quitándose su máscara.
- No puede ser...
- Cariño, sé que es complicado y todo esto que te ha soltado el viejo Rick es impactante, pero tienes que ayudarnos. -espetó Chris, que se puso al lado de Gwen.
- Está bien. Todos me habéis engañado. ¿Realmente creéis alguno que voy a dejar de lado mi vida aquí para luchar en una guerra que no es mía?
- Lo es. Es tu destino. -susurró Emerick.

Demasiada información. Jade se empezó a marear, tenía la sensación de que volvería a desmayarse. Deseaba que al despertarse todo volviese a la normalidad. Aunque una pequeña parte de ella, también quería creer que era importante. Tan importante como toda esa gente pensaba que era. Finalmente, se desmayó de nuevo.


[La vida da muchas vueltas, y de tanto dar vueltas te mareas, y no te mareas por las vueltas, si no, por lo HARTA que estas de darlas en contra de tu voluntad, y aun encima te arrebatan cosas y cosas, y te quitan todos tus pros,y te dejan solo pensando en tus contras. Y te dice..son malas rachas. Yo no pienso eso, yo creo que las cosas malas, tan pronto vienen,se van..pero estoy dejando de creer en esa teoría.]

Al despertarse, seguía en aquel lugar. Lo sabía por lo tenebroso de su decoración. Estaba acostada en una cama, y al ver a un lado descubrió a Chris y Gwen. Ambos dieron un brinco al verla consciente.


- ¡No nos des estos sustos continuamente! ¡Me tenías preocupada! -refunfuñó Gwen, con el entrecejo fruncido.
- ¿Sustos? ¡Vete a la mierda! ¡Vosotros me engañais y me traeis aquí y luego soy yo la que os asusta! ¡Hay que joderse! -verdaderamente enfadada.
- Jade... -le cogió la mano.
- ¡Suéltame! Seguramente me tirabas los trastos porque era parte del plan, al igual que tu amistad. -mirándo a Gwen.
- No. Nosotros te queremos. De verdad. Era una misión en principio. Pero te cogimos cariño, te apreciamos realmente. Nunca dudes de eso. - en los ojos de ambos se veía sinceridad, pero Jade ya no sabía que creer, ni a quien.
- Vale. Os creo. Quiero creeros. Pero antes contarme quienes sois en realidad.
- Empezó Gwen- Yo soy una sirena. Sí. Sólo que me convierto cuando quiero. No soy la típica sirenita de Disney. Formo parte de la guardia real marina.
- Chris siguió- Y yo, soy un angel guerrero. Aunque no lo parezca. De ahí mi belleza y encanto ilimitados -rió, para quitarle hierro al asunto- Pese a que tu hermano no me soporte, que es algo raro.
- ¡Dios mío! ¡Jeydon! ¡Me olvidé de él! ¿Dónde está? Quiero verle...
- Está bien. Afuera. No sabemos cómo, pero logró resistir al hechizo de uno de los elementales, el que le poseyó, y su mente se mantuvo despierta durante todo el circo que se montó. Ahora están deliberando para decidir que hacer con él.
- No van a hacer nada con él. Es mi hermano.
- Pero las normas son claras. Ningún mortal puede descubrir la magia en todo su esplendor. Eso nos pondría en grave riesgo a todos.
- Pero es Jeydon, sabéis como es. No haría nada malo. No diría nada.
- Es un mortal -finalizó Chris, dando por terminada la discusión.

Jade quería saber que pasaría con su hermano. No podría permitir que le hiciesen algo. Tenía que hablar con Emerick, o con quien fuese. Después de que se marchasen sus amigos, se puso la ropa que habían dejado sobre la silla. Una especie de túnica de terciopelo morado y bordada en oro. Se miró en el biombo con espejos que estaba situado en la esquina del cuarto. Tenía el pelo enredado, ojeras (aunque sólo hubiesen pasado unas horas desde que se desmayó por primera vez) y los labios agrietados. Muy desmejorada. Se sentía debilitada física y psicológicamente. Se peinó el cabello, haciéndose una cola de caballo. Hechó un último vistazo al espejo y salió en busca de Emerick.

El pasillo era muy largo y algo oscuro, aunque estuviese alumbrado por pequeñas antorchas.

Fue caminando lentamente, pasando cerca de varias puertas, hasta que abrió una. No sabe la razón, pero la abrió segura de que allí encontraría a quien buscaba.

- Oh. Hola. -dijo un chico.
- Perdón. Estaba buscando a Emerick. En realidad, ni siquiera sé porque abrí esta puerta... -dándo la vuelta, con la intención de irse y seguir buscándole.
- Un presentimiento.
- ¿Qué? -se giró para ver mejor a ese chico, que había encontrado la palabra exacta.
- Digo que fue un presentimiento, por eso estoy yo también aquí. Tranquila, mi sexto sentido nunca falla. Emerick llegará pronto. -se acercó y encenció un mechero, así Jade pudo verle mejor. Era muy guapo. Rubio, con una melenina típica de surfero. Y sus ojos... azules intensos, como el mar, con pequeños tonos violetas. Él sonrió.


- Me llamo Kyle. Supongo que estarás enterada de toda la movida, ¿no?
- Si te refieres al secuestro al que fui sometida para que me contasen que soy una parte muy importante de una leyenda que va a salvar a todos. Sí, algo sé. -sin poder creer que un chico como él pudiese estar metido en este fregado, en vez de salir con chicas y ser el capitán de un equipo de fútbol.
- Exactamente a eso me refiero. ¿Y qué te parece? -parecía interesado en la opinión de Jane.
- Al principio no creí ni una palabra, me había desmayado en una fiesta y al despertar me encontré con todo eso. Me parecía irreal. Después, fui creyéndome más la historia. ¿Tú?
- Yo me lo creo. Además, pinta de héroe si tengo...¿A qué si...emm..tú nombre?
- Jade.
- Eso, Jade. ¿Tú qué eres? Osea, tu poder. En lo que te vas a convertir... yo soy del elemento del fuego. Un dragón.
- Me parece increíble que te tomes tan bien todo esto...
- No me lo tomo bien, me lo tomo genial. Para serte sincero, yo no desconocía la magia. Soy hijo de un mago. Por eso, ya sabía desde muy pequeño todo esto. Me prepararon para ello desde los diez años.
- Vamos, que eres uno de los ocho chicos. Al igual que yo. Tú del fuego, yo del agua.
- Así que tu elemento es el agua. ¿Qué eres? ¿Una sirena? -riéndose.
- No, una foca. -sarcástica- Soy una náyade. Y como sabes tanto del tema, supongo que comprenderás mejor que yo que criatura es.
- Parecido a una hada. Sí. Dí el tema sobre ellas cuando tenía doce. Es famosa la belleza de las náyades. Aunque tú... -mirándola de arriba a abajo- Nosé, nosé...
- ¿Me estás llamando fea?
- Un poco sí. -sonriéndo de lado.
- Muchas gracias, volveré luego. Cuando te hayas ido. -se dirigía a la puerta cuando la mano de Kyle impidió que siguiese, le había cogido del antebrazo.
- No hace falta que te marches. Lo siento. Quédate.
- ¿Qué está pasando aquí? -dijo Emerick, con un libro en la mano.
- Nada. Sólo estaba impidiendo que esta loca se fuese sin hablar contigo. -la soltó y se sentó en un sillón, con pose de chulo.
- Jade se sentó en el otro sillón, maldiciendo entre dientes- Necesito hablar contigo, a solas. -mirándo a Kyle.
- Kyle, márchate.
- Está bien... Hasta luego, loca. -le guiñó un ojo- Adiós, papá.

Salió por la puerta de un portazo. El silencio volvió a la habitación. ¿Papá? ¿Su padre era Emerick? Dios.

- ¿Qué querías? -preguntó Emerick
-  Emerick...
- LLámame Rick.
- Eh...Rick, es sobre mi hermano...
- Jeydon, está bien. En una sala especial, incomunicado. Gwen y Chris ya intentaron hablar con él, pero se puso muy agresivo y tuvimos que tomar medidas.
- Quiero que le solteis. Le llevéis a casa. Y si es posible, borrar de su memoria todo esto.
- No es posible. No puede volver a tu mundo sabiendo lo que sabe.
- ¡Pero lo sabe porque un mago inepto hizo mal un hechizo! ¡¿Encima de que le poseyó, Jeydon tiene que cargar con las consecuencias?! ¡Anda ya! Me niego. -tranquilizándose poco a poco.
- No fue culpa del mago. Sólo que Jeydon parece tener un escudo, la magia no puede afectarle. Es un caso muy extraño. Tenemos que estudiarlo. En tu familia no hay un ser mágico desde hace...doscientos años... No puede tener esas habilidades.
- Me da igual. Si quereis que os ayude con vuestra causa... tenéis que liberar a mi hermano. Ahora. -tajante.
- No recibo órdenes, ni siquiera tuyas. Lo único que puede hacer por tu hermano es...impedir su ejecución. Pero tendrá que someterse a estudios aquí. Y cuando sepamos la razón de su escudo antimagia... ya se verá.
- No. No me conformo con eso. Es mi hermano. Podemos llegar a un trato, soltáis a mi hermano, le someteis a esas investigaciones, siempre y cuando no dañen a Jeydon, y luego él decide si prefiere irse conmigo a la aventura que me espera, o sino quedarse aquí, bien cuidado, hasta que acabe todo. Tú elijes. Pero si no aceptar, olvídate de mi.
- Vale. Acepto. Pero ten en cuenta que él va a estar indefenso y en peligro mientras esté a tú lado. No tiene magia.
- Le enseñaréis a luchar. Le entrenareis como a uno más. Como a mí. Pero sin poderes. ¿Entendido?
- Está bien. Pero no me haré responsable de lo que le pueda pasar.
- Ok. ¿Cuándo comenzamos? -intentando sonar decidida.

Capítulo 2

Jade estaba nerviosa, tenía muchas ganas de darle el regalo que tanto le había costado escoger a su amiga. Ya eran las diez. Las puertas de la casa se abrieron. El interior estaba preparado para la ocasión. Una pista de baile en el centro del inmenso salón, mesas rodeando la pista con bebida y algo de comida. Un DJ en el escenario que habían montado. Luces de colores destelleando. El DJ cogió el micrófono.


- Probando, probando -dándole golpecitos al micro- Bueno, la hora que todos estábais esperando ha llegado, la cumpleañera ya está aquí. Señores, señoras... ¡Gwendoline Jones!
- Todo el mundo aplaudió y las luces se centraron en las escaleras, ella estaba bajando elegantemente con un vestido negro, no parecía ella. Estaba despampanante. Todo el mundo se quedó en silencio al verla. Acabó de bajar las escaleras y cogió una copa de vino que estaba encima de la mesa más próxima. La alzó y sonriente dijo "¡QUÉ COMIENCE LA FIESTA!".


La música empezó a sonar, estaba tan alta que para Jade resultaba casi ensordecedora. Gwen se acercó a ella.
- Por fin vas a saber lo que es una fiesta de verdad. Y todavía no has visto lo mejor -sonrió de lado.
- Gwen, Mark te está buscando. Es importante.
- Lo sé, ya hablé con él. -se acercó Mark y le dió un pico.
- Osea que ya estáis juntos. ¡Menos mal! -abrazó a los dos, feliz por ellos.

Todo el mundo estaba pasándoselo genial. Unos bailando, otros bebiendo y algunos, simplemente dándose el lote en el baño. Jade buscó a Chris con la mirada y vió que estaba llendo hacía ella con dos copas de lo que parecía ron.
- ¿Te lo estás pasando bien? -le ofreció una.
- Sí. Sólo que tengo una sensación extraña. -cogió la copa y le dió un sorvo.
- Será porque es la primera vez que vienes. Tranquila, se te pasará.
- Supongo -le dió un trago grande, acabando la copa y dejándola encima de una mesa.
- Bueno, ¿Me concedes un baile al menos? -extendió la mano.
- No se me da bien bailar... -dijo medio susurrando.
- No importa, yo te dirijo -le cogió la mano con delicadeza.
- Está bien, mi capitán -se rió un poco.

Se dirigieron al centro de la pista, estaba sonando una canción lenta, para que las parejitas se magreasen de forma encubierta. Chris cogió de la cintura a Jade con la mano izquierda y con la otra sujetó la mano de ella. Empezaron a dar un par de vueltas lentamente, luego Jade empezó a cogerle el truco y seguía los pasos de Chris. Él, por otro lado, acercaba más sus cuerpos, rozándose. La canción estaba punto de acabar, Jade lo sabía porque conocía el tema. Chris cada vez acercaba más su rostro al de ella. Pero ella no podía separarse. Sus labios estaban a punto de entrar en contacto.


Era imposible separarse de él, su cuerpo no le respondía. Cuando sus bocas estaban a menos de un centímetro de tocarse, todo se tornó negro.

Cuando sus ojos empezaron a abrirse, ya no estaba en el salón de Gwen. Aquel lugar no se parecía a ningún sitio en el que hubiese estado. Era oscuro, tenía pinta de ser muy antiguo, incluso, resultaba tenebroso.
Cuando intentó incorporarse una sombra se lo impidió. Sin ningún atisbo de luz que entrase en aquel lugar, ella no distinguía ninguna figura. Sólo veía sombras y bultos en movimiento.
De repente, una luz la apuntó a ella y tuvo que cerrar los ojos por la fuerza de aquel resplandor. Al volver a abrirlos, en ese momento, vió todo con claridad, y lo que veía era horrible.

Todos los invitados habían cambiado, sus caras estaban tapadas por máscaras. No comprendía nada. Ella estaba subida en un especie de altar, o algo así. Atada de pies y manos en una silla, parecía una reina atrapada.


No conseguía entender lo que estaba sucediendo, debía de ser un sueño. Un desvarío. Sí, seguro que era eso. Se había desmayado mientras bailaba con Chris. Esta escena tenía que ser una alucinación.

Por fin, una voz rompió el silencio. Una de aquellas personas con máscaras se alejó del resto y se acercó a ella lentamente.

No sabía con qué intenciones. Subió al altar y se arrodilló ante Jade. El resto hizo lo mismo. ¡Toda la estancia estaba ocupada por gente que estaba haciéndole una reverencia? Debía estar loca. No había otra explicación.
Aquel hombre que inició la oleada de reverencias se levantó.
- Hola, querida Jade.
- ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¿Esto... es una alucinación? ¿Estoy loca? -sin poder creer lo que sus ojos veían, no paraba de parpadear para intentar volver a la realidad.
- Me llamo Emerick, y no, no estás loca. Siento haber causado tal conmoción en ti. Pero era necesario. Y lo de las cuerdas que te retienen...
- Déjame adivinar. También eran necesarias.
- Sí. Quiero que oigas todo lo que tengo que contarte, que no es poco. Después, te soltaré y comprenderás todo.
- Sólo quiero saber una cosa. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Dónde está Chris? ¿Y los demás? ¿La fiesta?
- Todo a su debido tiempo.
- Oh, no. No me vengas con el rollo misterioso ahora.
- Por favor, escúchame. Es importante.
Jade sin saber muy bien la razón, se calló. Ese hombre no parecía el típico psicópata de película. Además, le resultaba extrañamente familiar. Decidió escuchar todo lo que tenía que contarle. Pero primero necesitaba verle el rostro.

- Está bien, te dejaré explicarte. Pero antes, debes quitárte esa máscara de la cara. Ese es el trato.
- Sí eso es lo que deseas... -se retiró la máscara y dejó ver sus bellas facciones. Era un hombre realmente guapo, de ojos almendrados y cabello del mismo tono, tendría unos treinta y cinco años aproximadamente.


- Bien, ahora puedes contarme lo que quieras.
- Jade, ¿conoces la palabra <<nayade>>?
- No.
- Bueno, las náyades son un tipo de ninfas, es decir, hadas de las aguas. Las ninfas, cuidan tanto la parte de la naturaleza terrestre (árboles y plantas) como  de los ríos y mares. Las náyades habitan las fuentes, las océanides, los océanos y las potameides, los ríos.
- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
- Eres una de ellas.
- ¿Perdón? Estás chiflado.
- No. Cada quinientos años una chica en todo el mundo es vendecida con el don. Todavía faltaba casi un año para tu transformación, pero se ha tenido que adelantar debido a unas guerras incesantes en el mundo mágico que ha acabado con tu especie.
- Mi especie es la humana. ¿Qué me estás contando?
- Lo era, mejor dicho, lo sigue siendo, pero no por mucho tiempo más. Es imperativo que la transformación se lleve a cabo en poco tiempo. O sino, el mundo mágico se verá terriblemente perjudicado.
- Esto es de locos -dice Jade, con los ojos como platos.
- Sé que es difícil de creer para un mortal, pero es la verdad. Por eso todos nos arrodillamos ante tí, eres la reina de las Náyades. Y te necesitamos. El equilibrio entre los mundos es muy inestable y depende de tí que el mundo tal y como lo conocemos siga existiendo. Tanto el mundo mágico como el mortal.
- Vale, entiendo. Lo que me quieres vender es que he sido elegida para convertirme en un hada para salvar a todos del fin del mundo y ejercer de reina sin reino. ¿Es eso?
- Sí.
- Vale, ahora que te escuché me quiero ir de aquí, volver a mi fiesta con mi acompañante y no volver a verte en mi vida. Haré como si esto nunca a pasado y toda esta pantomima se habrá acabado.
- Esto no funciona así. Creo que todavía no has entendido la gravedad del asunto. Tienes que transformarte y ser adiestrada para estar preparada para la dura guerra que se avecina.
- ¿Transformarme? ¿En qué? ¿Un hada de cinco centímetros con varita? ¡Venga ya! -elevando el tono de voz cada vez más.
- Relájate.
- ¿Y si no quiero? -desafiante.
- Tendré que demostrarte la verdad de mis palabras para que comprendas... -sacó del bolsillo del pantalón un saquito y derramó unos polvos dorados que provenían de su interior en la estancia.

Capítulo 1

Jade estaba en clase de biología, atenta a cada una de las explicaciones que daba la profesora durante los 55 minutos que duraba. Le gustaba la asignatura, su madre era cirujana del único hospital de la pequeña ciudad estadounidense de Macon, Georgia. Desde pequeña le inculcó el interés por esa materia. Al contrario que su hermano mayor Axel, él prefería los deportes y la música.

La clase estaba a punto de finalizar, Jade colocaba ordenadamente los libros en su mochila traída de París. Sonó el timbre y todo el mundo se fué corriendo alocadamente hacia la cafetería. Era la hora del recreo.


Sabía que se quedaría sin la posibilidad de sentarse cómodamente y tendría que salir al patio y comer en las escaleras, con suerte. Iba caminando por el pasillo cuando una voz chillona la llamaba. Gwendoline.
- ¡Hey, tía! ¡Esperame!
Era pequeña para los dieciocho que estaba a punto de cumplir. Su melena rubia estaba tapada por el gorro de la sudadera, llevaba un par de latas de CocaCola y lo que parecía un sandwich vegetal. Cuando llegó a su lado le ofreció una de las latas.

- Me las regaló Mark, ahora trabaja en la cafetería para comprarse una moto nueva. No aprende, sólo hace dos meses que se la pegó con la anterior y ya quiere guerra otra vez. -suspira-
Jade sabía que Gwen estaba coladita por Mark desde hace dos años. Siempre le habían gustado los malotes.
- Ese es su encanto, está completamente loco. Además, a ti te encanta tal y como es.
Gwen le tapa la boca con su mano izquierda.
- ¡Shh! No se tienen que enterar el resto de alumnos del instituto... -ruborizada-
En el fondo es como una cría de trece años. -pensó-
-Bueno, ¿qué tal llevas eso de que tu hermana se case?
No quería ni pensarlo. Su novio era un mujeriego y ludópata redomado. Sólo quería casarse para sacar pasta, pagar todas sus deudas y seguir jugando. Imbécil.
- Lo llevo.
- No seas así, a mí no me parece mal tipo. ¡Si lo miras bien es guapo y todo! -intentando ser positiva, como siempre.
- Si a lo que te refieres es cuando hay un eclipse y no se ve un carajo, sí, está buenísimo.
- ¡Exagerada! ¿No será que estas celosa, Jade? -enarcó una ceja-
- Ojalá fuese eso, pero de verdad Gwen, yo...
Llegó Chris con su portátil emocionadísimo y se sentó en frente de las dos.
- ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Peñizcarme! -casi sin aliento.
- Vale. -respondió Jade, haciéndolo- Ahora, dí que es eso tan increíble.
- ¡Va a venir a Macon el fantástico, maravilloso e inmejorable CIRCO DE LOS HORRORES! -señalando en la pantalla del portátil la noticia.
- ¿Y por eso montas tanto escándalo? Tu eres tonto. - añadió Gwen.
- ¡Habló la señorita que está locamente enamorada de Mark Acker desde 4º y aún no se atreve a decírselo! Aunque para idiota también está él, porque para no darse cuenta del asunto hay que estar muy muy ciego... -miró a Gwen de arriba a abajo.
- ¡Cállate joder! -salió corriendo, maldiciendo entre dientes.
- Ahí te has pasado, Chris. -seria- Sabes que el tema de Mark está restringido. Opiniones al respecto, sobran. -se fué a buscar a su amiga.

Faltaban diez minutos para que el recreo acabase, no tenía mucho tiempo para encontrar a Gwen, consolarla y no llegar a clase de gimnasia tarde,  porque sabiendo como se las gasta el profesor Malfoy...
Recorrió medio instituto, pero no daba con ella. Buscó en los baños, su clase, la biblioteca, el aula de música... no le faltaba casi nada. De repente, oyó unos leves sollozos. Fué caminando y cada vez los oía con más claridad. LLegó hasta el armario de la limpieza. Abrió la puerta y allí la encontró. En la esquina, entre escobas y fregonas. Hecha un ovillo y llorando.
- Gwen... - miró con tristeza a su amiga, más destrozada de lo que se hubiese imaginado nunca, demasiado para ser por un chico. - De verdad... ¿eso es lo único que te hace llorar?
- Agacha la cabeza, intentando no mirarme a los ojos- Hay algo que tengo que decirte... pero lo haré en mi fiesta de cumpleaños. Es la semana que viene. ¿Vendrás, no? - estaba más calmada aparentemente-
-Claro tonta -sonrió.


La semana pasó rápidamente, ya era viernes. El domingo era la fiesta de cumpleaños de Gwen, y Jade estaba indecisa en cuanto al vestuario y el regalo. Llamó a Chris, su mejor amigo, para que le ayudase con el tema.
- ¿Sí?
- Hola Chris. Verás, ¿podrías ayudarme con lo del cumpleaños de Gwendoline? -cruzando los dedos para que le dijese que sí.
- ¿Me ves pinta de amigo gay? Para eso llama a Evan, guapa.
- ¡No seas estúpido! Enserio, te necesito.
- ¡Encima me insultas! ¡Pero qué es esto! ¡En qué mundo vivimos! - haciéndose el indignado.
- No seas extremista anda, que no te pega.
- Bueno bueno... te ayudo, pero primero tienes que decir las palabras mágicas -rió levemente.
- ¿Por favor?
- No, esas no. Las que tu sabes... - con tono seductor.
- respiró hondo- Chris, eres el chico más guapo del instituto, el más listo y simpático... ¿Podrías ayudarme si no es mucha molestia?
- ¡Claro que sí! ¡Tampoco hacía falta que te pusieses así mujer! Ay madre... siempre arrastrándote a mis pies, este sexapeal que tengo es irresistible. Dios ha sido demasiado bondadoso conmigo, lo sé. - riéndose a carcajadas.
- Ya te salió el flipado que tienes dentro capullo - irritada.
- Tranquila mujer. Desde luego, como os ponéis las chicas con esto del modelito perfecto y DIFERENTE que necesitáis para cada ocasión. Nunca os entenderé.
- Ni a nosotras ni el mecanismo de un bolígrafo, cariño.


Pasaron por la mayoría de tiendas decentes de la ciudad y Jade no había encontrado el vestido perfecto ni mucho menos. Sólo le quedaba una tienda por mirar y no le inspiraba mucha esperanza que se diga.
Entraron y no encontraron nada, pero de repente, ella se fijó en un trozo de tela rojo. Se acercó y acarició el vestido con la mano derecha. Perfecto.
Se lo provó y Chris quedó boquiabierto y casi se le cayó la baba (literalmente). Definitivamente, era ese vestido el que ella quería lucir el domingo. Era corto, de palabra de honor y bastante estrecho. Se le marcaba la figura que había sacado a su madre. Se sentía hermosa, aunque suene prepotente.


Los zapatos ya los tenía, unos negros con taconazo que le había comprado su hermana Nina el mes anterior. Las joyas, las de su madre. Ya lo tenía todo, menos el regalo, lo más importante.
- Chris, ayúdame, no tengo ni idea de qué regalarle. Dime algo.
- Un consolador estaría de lujo, ¿no crees?
- Sí, pero para tí pervertido.
- Era una broma, no te enfades. - le acarició la mejilla- Encontrarás algo perfecto, como ese vestido. Siempre lo haces. ¿Cuándo has fallado tú, señorita? -sonriente.
- Puedes ser encantador cuando quieres -le abrazó.
- Aprendí de la mejor -le miró sonrojado.

Llegó a casa sin regalo. Sólo le quedaba un día para encontrarle algo. Estaba que se subía por las paredes. Mientras pensaba en posibles regalos un torbellino pasó por el pasillo y paró en su habitación. Su hermano, no podía ir en otro momento, no, siempre llegaba en el instante adecuado.
- ¡Hola pequeña! - con el pelo mojado y una toalla que le tapaba de la cintura para abajo.


- Hola - le respondió, seca.
- Vaya borde que está el personal hoy. -se rascó la cabeza, dejando caer algunas gotas de agua en el parquet.
- Estoy estresada, no encuentro ningún regalo para Gwen... No sé que hacer.
- Hazle algo tú, ese es el mejor regalo. Yo cuando no tengo dinero y es el cumple de algún familiar le compongo una canción o algo así. Y en cuanto a novias, le dedico un gol. Es fácil.
- Será fácil para ti, que eres un cutre. Pero ya sabes como soy yo.
- Listilla, torpe, gruñona... -le interrumpió.
- No, quería decir perfeccionista.
- Ah, eso. Lo iba a decir después de impaciente -le miró mal.
- Tú tócame más la moral -suspiró.
- No, ¡yo a ti no te toco nada! Eso sería incesto.
- Ánda, déjame sola un rato -le acompañó a la puerta.
- Ya me sé el camino, gracias. Son diecinueve años viviendo en esta bendita casa.
- Adiós, Jeydon.

Estuvo toda la noche comiéndose la cabeza con lo del dichoso regalo. Pensó en ropa, joyas, libros, perfumes... Pero nada. Quizás la idea del cutre de su hermano no era tan mala. Le fastidiaba reconocerlo, pero era la única opción que le quedaba. La cuestión era, ¿qué le podía hacer ella? No era plan de plantarse en la fiesta con una galletitas caseras. Ya está. Una luz se le iluminó en mente, como en los dibujos animados. Le iba a dar una sorpresa que nunca iba olvidar.

Por fin llegó el día esperado. Era domingo. Chris llamó a Jade para quedar antes de la fiesta que se iba a celebrar en casa de la cumpleañera. Estaba medio instituto invitado, lamentablemente para ella, también Jeydon.
Estuvo toda la tarde preparándose, hasta el último detalle. Se puso la lencería fina que le había regalado una tía el año pasado, aún estaba sin estrenar. Luego el vestido, que parecía hecho para ella, a su medida. Los zapatos de tacón negros y las joyas de su madre, rubíes que le había comprado su padre cuando se graduó en medicina la primera de su promoción. Se maquilló un poco, algo natural. No quería parecer ninguna fresca, el rojo del vestido ya llamaba bastante la atención. Lo único que no pudo evitar usar fue el pintalabios rojo de su hermana. Ya estaba. Perfecta y lista para cualquier cosa que pasase durante esa noche. O eso creía ella.
Cuando sonó el timbre eran las ocho, faltaban dos horas para que empezase la verdadera diversión.
Jeydon abrió la puerta a Chris y le dió el típido sermón de hermano mayor, sólo que se pasó un pelín.

- Bueno y lo que te decía, usa protección siempre. Pero te recomiendo, por tu integridad física mas que nada, que no tengas que necesitar nada de eso con mi hermanita. -le dió un pequeño golpe en el hombro.
- Jade tosió al oír el tema principal de la conversación que mantenían- Bueno, ya estoy chicos. ¿Nos vamos? -bajando por las escaleras-
- Hostia puta, mi pequeña está maciza -con los ojos como platos, mirándola de arriba a abajo detenidamente.
- Estás preciosa Jade. -haciendo caso omiso de las bulgaridades que soltaba por la boca Jeydon y acercándose a ella, cogiéndola de la mano- Creo que antes de llegar a la fiesta tendremos que pasar por el supermercado para comprar una buena cantidad de insecticida...
- confusa- ¿Para?
- Para matar a los moscones, que no van a ser pocos tratándose de tal belleza.
- Uy espera, ¿qué es eso que me revuelve las tripas? Ah, sí. Tú y tus trucos de seducción baratos. - dijo con cierto tono de desprecio, dirigiéndo su mirada aniquiladora hacia Chris.


Fueron juntos en el coche de Jeydon y pararon en casa de la chica que iba a ser la acompañante de su hermano. Muy guapa, como dice su hermano, un 8'5. Era de piel morena, totalmente diferente a la pálida tez de Jade. Sus ojos verdes se asemejaban a los de ella, sólo que tenían un aire gatuno. Su lisa cabellera estaba recogida por un moño muy elegante. Al contrario que su melena negra, que estaba suelta y ondulante.


Fueron los cuatro en el coche, de camino a la fiesta, en casa de Gwen. Tardaron una hora y pico, ya que vivía lejos. Al llegar, vieron una casa que parecía más una mansión que otra cosa. Habían muchos coches aparcados en el jardín de la puerta principal. Todos iban con las mejores ropas que habían encontrado, este sin duda era el acontecimiento del año. Las fiestas de Gwendoline siempre habían sido expectaculares, aunque este era el primer año que Jade asistía, porque solían ser muy salvajes y sus padres no la dejaban ir. Ahora ya tenía diecisiete años y era lo suficientemente responsable como para haberse ganado la confianza plena de sus progenitores.
Salieron del coche y se encontraron a Mark. Iba solo. Lo cual iba a alegrar muchísimo a Gwen.


- ¡Hola! ¿Qué tal chicos?
- Bien. Oye, ¿y tú acompañante? -preguntó Jade.
- Esto... Precisamente de eso te quería hablar.... - dijo con tono indeciso.
- Dime -extrañada por el comportamiento de Mark.
- Preferiría hablar de eso a solas -mirando al par de guardaespaldas que llevaba consigo.
- Indicó a Chris y su hermano que se marchasen con la mirada- Ya está, ahora dime.
- ¿Le gusto a Gwen? - sonrojado.
- Eso tendrías que hablarlo con ella... Sólo te digo que si tu sientes algo por ella es hora de que se lo digas, me agradecerás el consejo, hazme caso -le dió una palmadita en el hombro y se fué a la entrada principal, donde estaba todo el mundo.