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Kassandra Ramos Jiménez

domingo, 17 de julio de 2011

Capítulo 2

Jade estaba nerviosa, tenía muchas ganas de darle el regalo que tanto le había costado escoger a su amiga. Ya eran las diez. Las puertas de la casa se abrieron. El interior estaba preparado para la ocasión. Una pista de baile en el centro del inmenso salón, mesas rodeando la pista con bebida y algo de comida. Un DJ en el escenario que habían montado. Luces de colores destelleando. El DJ cogió el micrófono.


- Probando, probando -dándole golpecitos al micro- Bueno, la hora que todos estábais esperando ha llegado, la cumpleañera ya está aquí. Señores, señoras... ¡Gwendoline Jones!
- Todo el mundo aplaudió y las luces se centraron en las escaleras, ella estaba bajando elegantemente con un vestido negro, no parecía ella. Estaba despampanante. Todo el mundo se quedó en silencio al verla. Acabó de bajar las escaleras y cogió una copa de vino que estaba encima de la mesa más próxima. La alzó y sonriente dijo "¡QUÉ COMIENCE LA FIESTA!".


La música empezó a sonar, estaba tan alta que para Jade resultaba casi ensordecedora. Gwen se acercó a ella.
- Por fin vas a saber lo que es una fiesta de verdad. Y todavía no has visto lo mejor -sonrió de lado.
- Gwen, Mark te está buscando. Es importante.
- Lo sé, ya hablé con él. -se acercó Mark y le dió un pico.
- Osea que ya estáis juntos. ¡Menos mal! -abrazó a los dos, feliz por ellos.

Todo el mundo estaba pasándoselo genial. Unos bailando, otros bebiendo y algunos, simplemente dándose el lote en el baño. Jade buscó a Chris con la mirada y vió que estaba llendo hacía ella con dos copas de lo que parecía ron.
- ¿Te lo estás pasando bien? -le ofreció una.
- Sí. Sólo que tengo una sensación extraña. -cogió la copa y le dió un sorvo.
- Será porque es la primera vez que vienes. Tranquila, se te pasará.
- Supongo -le dió un trago grande, acabando la copa y dejándola encima de una mesa.
- Bueno, ¿Me concedes un baile al menos? -extendió la mano.
- No se me da bien bailar... -dijo medio susurrando.
- No importa, yo te dirijo -le cogió la mano con delicadeza.
- Está bien, mi capitán -se rió un poco.

Se dirigieron al centro de la pista, estaba sonando una canción lenta, para que las parejitas se magreasen de forma encubierta. Chris cogió de la cintura a Jade con la mano izquierda y con la otra sujetó la mano de ella. Empezaron a dar un par de vueltas lentamente, luego Jade empezó a cogerle el truco y seguía los pasos de Chris. Él, por otro lado, acercaba más sus cuerpos, rozándose. La canción estaba punto de acabar, Jade lo sabía porque conocía el tema. Chris cada vez acercaba más su rostro al de ella. Pero ella no podía separarse. Sus labios estaban a punto de entrar en contacto.


Era imposible separarse de él, su cuerpo no le respondía. Cuando sus bocas estaban a menos de un centímetro de tocarse, todo se tornó negro.

Cuando sus ojos empezaron a abrirse, ya no estaba en el salón de Gwen. Aquel lugar no se parecía a ningún sitio en el que hubiese estado. Era oscuro, tenía pinta de ser muy antiguo, incluso, resultaba tenebroso.
Cuando intentó incorporarse una sombra se lo impidió. Sin ningún atisbo de luz que entrase en aquel lugar, ella no distinguía ninguna figura. Sólo veía sombras y bultos en movimiento.
De repente, una luz la apuntó a ella y tuvo que cerrar los ojos por la fuerza de aquel resplandor. Al volver a abrirlos, en ese momento, vió todo con claridad, y lo que veía era horrible.

Todos los invitados habían cambiado, sus caras estaban tapadas por máscaras. No comprendía nada. Ella estaba subida en un especie de altar, o algo así. Atada de pies y manos en una silla, parecía una reina atrapada.


No conseguía entender lo que estaba sucediendo, debía de ser un sueño. Un desvarío. Sí, seguro que era eso. Se había desmayado mientras bailaba con Chris. Esta escena tenía que ser una alucinación.

Por fin, una voz rompió el silencio. Una de aquellas personas con máscaras se alejó del resto y se acercó a ella lentamente.

No sabía con qué intenciones. Subió al altar y se arrodilló ante Jade. El resto hizo lo mismo. ¡Toda la estancia estaba ocupada por gente que estaba haciéndole una reverencia? Debía estar loca. No había otra explicación.
Aquel hombre que inició la oleada de reverencias se levantó.
- Hola, querida Jade.
- ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¿Esto... es una alucinación? ¿Estoy loca? -sin poder creer lo que sus ojos veían, no paraba de parpadear para intentar volver a la realidad.
- Me llamo Emerick, y no, no estás loca. Siento haber causado tal conmoción en ti. Pero era necesario. Y lo de las cuerdas que te retienen...
- Déjame adivinar. También eran necesarias.
- Sí. Quiero que oigas todo lo que tengo que contarte, que no es poco. Después, te soltaré y comprenderás todo.
- Sólo quiero saber una cosa. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Dónde está Chris? ¿Y los demás? ¿La fiesta?
- Todo a su debido tiempo.
- Oh, no. No me vengas con el rollo misterioso ahora.
- Por favor, escúchame. Es importante.
Jade sin saber muy bien la razón, se calló. Ese hombre no parecía el típico psicópata de película. Además, le resultaba extrañamente familiar. Decidió escuchar todo lo que tenía que contarle. Pero primero necesitaba verle el rostro.

- Está bien, te dejaré explicarte. Pero antes, debes quitárte esa máscara de la cara. Ese es el trato.
- Sí eso es lo que deseas... -se retiró la máscara y dejó ver sus bellas facciones. Era un hombre realmente guapo, de ojos almendrados y cabello del mismo tono, tendría unos treinta y cinco años aproximadamente.


- Bien, ahora puedes contarme lo que quieras.
- Jade, ¿conoces la palabra <<nayade>>?
- No.
- Bueno, las náyades son un tipo de ninfas, es decir, hadas de las aguas. Las ninfas, cuidan tanto la parte de la naturaleza terrestre (árboles y plantas) como  de los ríos y mares. Las náyades habitan las fuentes, las océanides, los océanos y las potameides, los ríos.
- ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
- Eres una de ellas.
- ¿Perdón? Estás chiflado.
- No. Cada quinientos años una chica en todo el mundo es vendecida con el don. Todavía faltaba casi un año para tu transformación, pero se ha tenido que adelantar debido a unas guerras incesantes en el mundo mágico que ha acabado con tu especie.
- Mi especie es la humana. ¿Qué me estás contando?
- Lo era, mejor dicho, lo sigue siendo, pero no por mucho tiempo más. Es imperativo que la transformación se lleve a cabo en poco tiempo. O sino, el mundo mágico se verá terriblemente perjudicado.
- Esto es de locos -dice Jade, con los ojos como platos.
- Sé que es difícil de creer para un mortal, pero es la verdad. Por eso todos nos arrodillamos ante tí, eres la reina de las Náyades. Y te necesitamos. El equilibrio entre los mundos es muy inestable y depende de tí que el mundo tal y como lo conocemos siga existiendo. Tanto el mundo mágico como el mortal.
- Vale, entiendo. Lo que me quieres vender es que he sido elegida para convertirme en un hada para salvar a todos del fin del mundo y ejercer de reina sin reino. ¿Es eso?
- Sí.
- Vale, ahora que te escuché me quiero ir de aquí, volver a mi fiesta con mi acompañante y no volver a verte en mi vida. Haré como si esto nunca a pasado y toda esta pantomima se habrá acabado.
- Esto no funciona así. Creo que todavía no has entendido la gravedad del asunto. Tienes que transformarte y ser adiestrada para estar preparada para la dura guerra que se avecina.
- ¿Transformarme? ¿En qué? ¿Un hada de cinco centímetros con varita? ¡Venga ya! -elevando el tono de voz cada vez más.
- Relájate.
- ¿Y si no quiero? -desafiante.
- Tendré que demostrarte la verdad de mis palabras para que comprendas... -sacó del bolsillo del pantalón un saquito y derramó unos polvos dorados que provenían de su interior en la estancia.

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