Jade estaba en clase de biología, atenta a cada una de las explicaciones que daba la profesora durante los 55 minutos que duraba. Le gustaba la asignatura, su madre era cirujana del único hospital de la pequeña ciudad estadounidense de Macon, Georgia. Desde pequeña le inculcó el interés por esa materia. Al contrario que su hermano mayor Axel, él prefería los deportes y la música.
La clase estaba a punto de finalizar, Jade colocaba ordenadamente los libros en su mochila traída de París. Sonó el timbre y todo el mundo se fué corriendo alocadamente hacia la cafetería. Era la hora del recreo.
Sabía que se quedaría sin la posibilidad de sentarse cómodamente y tendría que salir al patio y comer en las escaleras, con suerte. Iba caminando por el pasillo cuando una voz chillona la llamaba. Gwendoline.
- ¡Hey, tía! ¡Esperame!
Era pequeña para los dieciocho que estaba a punto de cumplir. Su melena rubia estaba tapada por el gorro de la sudadera, llevaba un par de latas de CocaCola y lo que parecía un sandwich vegetal. Cuando llegó a su lado le ofreció una de las latas.
- Me las regaló Mark, ahora trabaja en la cafetería para comprarse una moto nueva. No aprende, sólo hace dos meses que se la pegó con la anterior y ya quiere guerra otra vez. -suspira-
Jade sabía que Gwen estaba coladita por Mark desde hace dos años. Siempre le habían gustado los malotes.
- Ese es su encanto, está completamente loco. Además, a ti te encanta tal y como es.
Gwen le tapa la boca con su mano izquierda.
- ¡Shh! No se tienen que enterar el resto de alumnos del instituto... -ruborizada-
En el fondo es como una cría de trece años. -pensó-
-Bueno, ¿qué tal llevas eso de que tu hermana se case?
No quería ni pensarlo. Su novio era un mujeriego y ludópata redomado. Sólo quería casarse para sacar pasta, pagar todas sus deudas y seguir jugando. Imbécil.
- Lo llevo.
- No seas así, a mí no me parece mal tipo. ¡Si lo miras bien es guapo y todo! -intentando ser positiva, como siempre.
- Si a lo que te refieres es cuando hay un eclipse y no se ve un carajo, sí, está buenísimo.
- ¡Exagerada! ¿No será que estas celosa, Jade? -enarcó una ceja-
- Ojalá fuese eso, pero de verdad Gwen, yo...
Llegó Chris con su portátil emocionadísimo y se sentó en frente de las dos.
- ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Peñizcarme! -casi sin aliento.
- Vale. -respondió Jade, haciéndolo- Ahora, dí que es eso tan increíble.
- ¡Va a venir a Macon el fantástico, maravilloso e inmejorable CIRCO DE LOS HORRORES! -señalando en la pantalla del portátil la noticia.
- ¿Y por eso montas tanto escándalo? Tu eres tonto. - añadió Gwen.
- ¡Habló la señorita que está locamente enamorada de Mark Acker desde 4º y aún no se atreve a decírselo! Aunque para idiota también está él, porque para no darse cuenta del asunto hay que estar muy muy ciego... -miró a Gwen de arriba a abajo.
- ¡Cállate joder! -salió corriendo, maldiciendo entre dientes.
- Ahí te has pasado, Chris. -seria- Sabes que el tema de Mark está restringido. Opiniones al respecto, sobran. -se fué a buscar a su amiga.
Faltaban diez minutos para que el recreo acabase, no tenía mucho tiempo para encontrar a Gwen, consolarla y no llegar a clase de gimnasia tarde, porque sabiendo como se las gasta el profesor Malfoy...
Recorrió medio instituto, pero no daba con ella. Buscó en los baños, su clase, la biblioteca, el aula de música... no le faltaba casi nada. De repente, oyó unos leves sollozos. Fué caminando y cada vez los oía con más claridad. LLegó hasta el armario de la limpieza. Abrió la puerta y allí la encontró. En la esquina, entre escobas y fregonas. Hecha un ovillo y llorando.
- Gwen... - miró con tristeza a su amiga, más destrozada de lo que se hubiese imaginado nunca, demasiado para ser por un chico. - De verdad... ¿eso es lo único que te hace llorar?
- Agacha la cabeza, intentando no mirarme a los ojos- Hay algo que tengo que decirte... pero lo haré en mi fiesta de cumpleaños. Es la semana que viene. ¿Vendrás, no? - estaba más calmada aparentemente-
-Claro tonta -sonrió.
La semana pasó rápidamente, ya era viernes. El domingo era la fiesta de cumpleaños de Gwen, y Jade estaba indecisa en cuanto al vestuario y el regalo. Llamó a Chris, su mejor amigo, para que le ayudase con el tema.
- ¿Sí?
- Hola Chris. Verás, ¿podrías ayudarme con lo del cumpleaños de Gwendoline? -cruzando los dedos para que le dijese que sí.
- ¿Me ves pinta de amigo gay? Para eso llama a Evan, guapa.
- ¡No seas estúpido! Enserio, te necesito.
- ¡Encima me insultas! ¡Pero qué es esto! ¡En qué mundo vivimos! - haciéndose el indignado.
- No seas extremista anda, que no te pega.
- Bueno bueno... te ayudo, pero primero tienes que decir las palabras mágicas -rió levemente.
- ¿Por favor?
- No, esas no. Las que tu sabes... - con tono seductor.
- respiró hondo- Chris, eres el chico más guapo del instituto, el más listo y simpático... ¿Podrías ayudarme si no es mucha molestia?
- ¡Claro que sí! ¡Tampoco hacía falta que te pusieses así mujer! Ay madre... siempre arrastrándote a mis pies, este sexapeal que tengo es irresistible. Dios ha sido demasiado bondadoso conmigo, lo sé. - riéndose a carcajadas.
- Ya te salió el flipado que tienes dentro capullo - irritada.
- Tranquila mujer. Desde luego, como os ponéis las chicas con esto del modelito perfecto y DIFERENTE que necesitáis para cada ocasión. Nunca os entenderé.
- Ni a nosotras ni el mecanismo de un bolígrafo, cariño.
Pasaron por la mayoría de tiendas decentes de la ciudad y Jade no había encontrado el vestido perfecto ni mucho menos. Sólo le quedaba una tienda por mirar y no le inspiraba mucha esperanza que se diga.
Entraron y no encontraron nada, pero de repente, ella se fijó en un trozo de tela rojo. Se acercó y acarició el vestido con la mano derecha. Perfecto.
Se lo provó y Chris quedó boquiabierto y casi se le cayó la baba (literalmente). Definitivamente, era ese vestido el que ella quería lucir el domingo. Era corto, de palabra de honor y bastante estrecho. Se le marcaba la figura que había sacado a su madre. Se sentía hermosa, aunque suene prepotente.
Los zapatos ya los tenía, unos negros con taconazo que le había comprado su hermana Nina el mes anterior. Las joyas, las de su madre. Ya lo tenía todo, menos el regalo, lo más importante.
- Chris, ayúdame, no tengo ni idea de qué regalarle. Dime algo.
- Un consolador estaría de lujo, ¿no crees?
- Sí, pero para tí pervertido.
- Era una broma, no te enfades. - le acarició la mejilla- Encontrarás algo perfecto, como ese vestido. Siempre lo haces. ¿Cuándo has fallado tú, señorita? -sonriente.
- Puedes ser encantador cuando quieres -le abrazó.
- Aprendí de la mejor -le miró sonrojado.
Llegó a casa sin regalo. Sólo le quedaba un día para encontrarle algo. Estaba que se subía por las paredes. Mientras pensaba en posibles regalos un torbellino pasó por el pasillo y paró en su habitación. Su hermano, no podía ir en otro momento, no, siempre llegaba en el instante adecuado.
- ¡Hola pequeña! - con el pelo mojado y una toalla que le tapaba de la cintura para abajo.
- Hola - le respondió, seca.
- Vaya borde que está el personal hoy. -se rascó la cabeza, dejando caer algunas gotas de agua en el parquet.
- Estoy estresada, no encuentro ningún regalo para Gwen... No sé que hacer.
- Hazle algo tú, ese es el mejor regalo. Yo cuando no tengo dinero y es el cumple de algún familiar le compongo una canción o algo así. Y en cuanto a novias, le dedico un gol. Es fácil.
- Será fácil para ti, que eres un cutre. Pero ya sabes como soy yo.
- Listilla, torpe, gruñona... -le interrumpió.
- No, quería decir perfeccionista.
- Ah, eso. Lo iba a decir después de impaciente -le miró mal.
- Tú tócame más la moral -suspiró.
- No, ¡yo a ti no te toco nada! Eso sería incesto.
- Ánda, déjame sola un rato -le acompañó a la puerta.
- Ya me sé el camino, gracias. Son diecinueve años viviendo en esta bendita casa.
- Adiós, Jeydon.
Estuvo toda la noche comiéndose la cabeza con lo del dichoso regalo. Pensó en ropa, joyas, libros, perfumes... Pero nada. Quizás la idea del cutre de su hermano no era tan mala. Le fastidiaba reconocerlo, pero era la única opción que le quedaba. La cuestión era, ¿qué le podía hacer ella? No era plan de plantarse en la fiesta con una galletitas caseras. Ya está. Una luz se le iluminó en mente, como en los dibujos animados. Le iba a dar una sorpresa que nunca iba olvidar.
Por fin llegó el día esperado. Era domingo. Chris llamó a Jade para quedar antes de la fiesta que se iba a celebrar en casa de la cumpleañera. Estaba medio instituto invitado, lamentablemente para ella, también Jeydon.
Estuvo toda la tarde preparándose, hasta el último detalle. Se puso la lencería fina que le había regalado una tía el año pasado, aún estaba sin estrenar. Luego el vestido, que parecía hecho para ella, a su medida. Los zapatos de tacón negros y las joyas de su madre, rubíes que le había comprado su padre cuando se graduó en medicina la primera de su promoción. Se maquilló un poco, algo natural. No quería parecer ninguna fresca, el rojo del vestido ya llamaba bastante la atención. Lo único que no pudo evitar usar fue el pintalabios rojo de su hermana. Ya estaba. Perfecta y lista para cualquier cosa que pasase durante esa noche. O eso creía ella.
Cuando sonó el timbre eran las ocho, faltaban dos horas para que empezase la verdadera diversión.
Jeydon abrió la puerta a Chris y le dió el típido sermón de hermano mayor, sólo que se pasó un pelín.
- Bueno y lo que te decía, usa protección siempre. Pero te recomiendo, por tu integridad física mas que nada, que no tengas que necesitar nada de eso con mi hermanita. -le dió un pequeño golpe en el hombro.
- Jade tosió al oír el tema principal de la conversación que mantenían- Bueno, ya estoy chicos. ¿Nos vamos? -bajando por las escaleras-
- Hostia puta, mi pequeña está maciza -con los ojos como platos, mirándola de arriba a abajo detenidamente.
- Estás preciosa Jade. -haciendo caso omiso de las bulgaridades que soltaba por la boca Jeydon y acercándose a ella, cogiéndola de la mano- Creo que antes de llegar a la fiesta tendremos que pasar por el supermercado para comprar una buena cantidad de insecticida...
- confusa- ¿Para?
- Para matar a los moscones, que no van a ser pocos tratándose de tal belleza.
- Uy espera, ¿qué es eso que me revuelve las tripas? Ah, sí. Tú y tus trucos de seducción baratos. - dijo con cierto tono de desprecio, dirigiéndo su mirada aniquiladora hacia Chris.
Fueron juntos en el coche de Jeydon y pararon en casa de la chica que iba a ser la acompañante de su hermano. Muy guapa, como dice su hermano, un 8'5. Era de piel morena, totalmente diferente a la pálida tez de Jade. Sus ojos verdes se asemejaban a los de ella, sólo que tenían un aire gatuno. Su lisa cabellera estaba recogida por un moño muy elegante. Al contrario que su melena negra, que estaba suelta y ondulante.
Fueron los cuatro en el coche, de camino a la fiesta, en casa de Gwen. Tardaron una hora y pico, ya que vivía lejos. Al llegar, vieron una casa que parecía más una mansión que otra cosa. Habían muchos coches aparcados en el jardín de la puerta principal. Todos iban con las mejores ropas que habían encontrado, este sin duda era el acontecimiento del año. Las fiestas de Gwendoline siempre habían sido expectaculares, aunque este era el primer año que Jade asistía, porque solían ser muy salvajes y sus padres no la dejaban ir. Ahora ya tenía diecisiete años y era lo suficientemente responsable como para haberse ganado la confianza plena de sus progenitores.
Salieron del coche y se encontraron a Mark. Iba solo. Lo cual iba a alegrar muchísimo a Gwen.
- ¡Hola! ¿Qué tal chicos?
- Bien. Oye, ¿y tú acompañante? -preguntó Jade.
- Esto... Precisamente de eso te quería hablar.... - dijo con tono indeciso.
- Dime -extrañada por el comportamiento de Mark.
- Preferiría hablar de eso a solas -mirando al par de guardaespaldas que llevaba consigo.
- Indicó a Chris y su hermano que se marchasen con la mirada- Ya está, ahora dime.
- ¿Le gusto a Gwen? - sonrojado.
- Eso tendrías que hablarlo con ella... Sólo te digo que si tu sientes algo por ella es hora de que se lo digas, me agradecerás el consejo, hazme caso -le dió una palmadita en el hombro y se fué a la entrada principal, donde estaba todo el mundo.
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